Por Minerva Reynosa
Archivo Agonía (Sexto Piso/UANL, 2024) de Marina Azahua, es una novela de no ficción epistolar donde el personaje de R mantiene una correspondencia con su viejo amigo y editor de confianza, Gabriel Fonseca. A través de una serie de cartas que oscilan entre la súplica íntima, la exposición documental y la reflexión filosófica; R intenta convencer a Gabriel de publicar los cuadernos de su difunta amante, Edith Volgestein. A partir de la muerte de Edith, se aviva en R una necesidad impostergable: preservar la memoria de quien amó, su memoria, sus objetos. Como declara en su primera carta: Debo advertirte: en el ir y venir de mis mensajes observarás cambios de tono. A veces serán abruptos. En ciertos momentos mi prosa será veloz. En otros se tornará oscura, pues como te he dicho, apenas me estoy recuperando del golpe de la muerte (Carta Núm. 1).
La urgencia de R es de carácter sentimental, filosófica y estética. Las cartas que escribe, constituyen un acto de duelo y también una operación de rescate: Ahora que ella no está, solo yo guardo la evidencia de que esos momentos sucedieron. El recuerdo de nuestra risa en la regadera. Cuando me muera, desaparecerá. Desapareceremos. Cuando yo muera, la claridad de su existencia se habrá esfumado. Por eso necesito encontrar alguna forma de garantizar que ella permanezca (Carta Núm. 5). La publicación de los cuadernos de Edith se plantea como un cometido y posibilidad para hacer persistir la presencia y memoria de ésta. Estos cuadernos, nos describe R, constituyen una especie de archivo vital sobre la muerte. Exponiendo a través de las anotaciones, dibujos, imágenes, observaciones y citas que Edith fue reuniendo a lo largo de su vida; particularmente en los últimos años, cuando la enfermedad del cáncer comenzó a causarle estragos. Siendo importante los cuadernos porque contienen un cúmulo de conocimientos sobre la muerte. ¿Por qué la insistencia de R sobre los mismos? ¿A qué aluden estas cartas como perenne e infinita carta? ¿Qué cavilaciones denotan esas imágenes? R comparte fragmentos de las intervenciones de Edith, donde habitualmente se entrega a la sorpresa y la duda: No necesariamente / se muere durante / el bombardeo, sino / en el infierno del fuego /que detonan las bombas / La campaña de bombardeos / estratégicos de los aliados / incrementó desde Nov. de 1944 / tras el control de las islas / Marianas en el Pacífico (Anexos Carta Núm. 12). Trazando de forma precisa su propia agonía y el interés por la agonía humana; transformándola en su objeto de estudio; y en cada página se revela un pensamiento, una reflexión, un estremecimiento. En palabras de R, sus cuaderno son canarios, en alusión a aquellos pájaros utilizados en las minas para alertar sobre gases tóxicos: Llamó canarios a las imágenes y a los cuadernos donde los guardaba, porque muchos son amarillos (la mayoría tiene cubierta de cartoncillo amarillento; color canario, tal cual). También, porque al igual que los canarios en las minas, estas fotografías eran para ella una especie de centinela. Los cuadernos eran canarios: las imágenes eran canarios. La mina era la vida (Carta Núm. 2). Esta metáfora de los libros como parvada de canarios, se convierte en una clave de lectura donde la colección de Edith contiene un sistema de alerta. Cada imagen, texto, apunte, opera como advertencia y espejo. Edith observaba la muerte como una abstracción metafísica pero también como realidad concreta, y profundamente política. Su archivo da cuenta de momentos históricos precisos donde el cuerpo humano es llevado al límite. Hay varios ejemplos a lo largo del libro: la imagen de Omayra Sánchez, la niña atrapada bajo los escombros durante la tragedia de Armero, Colombia, en 1985. Cuya agonía fue registrada por la prensa internacional. La fotografía del monje budista Thich Quang Duc, que se inmoló en 1963 en Vietnam protestando por la persecución religiosa. O los suicidios masivos de civiles japoneses durante la Batalla de Saipán en 1944, quienes eligieron lanzarse al vacío antes que rendirse ante las tropas estadounidenses.

En este sentido, Archivo Agonía es una novela sobre el duelo personal que esboza un mapa del sufrimiento humano en distintos contextos históricos. Y mediante imágenes, fragmentos, collages y textos híbridos, la autora construye una obra en la que confluyen la narrativa, el ensayo, la poesía y el archivo. Este carácter fragmentario y polifónico le otorga al libro una textura peculiar, profundamente sensible; donde lo íntimo se funde con lo colectivo. Edith al hablar de su propia muerte, la plantea como fenómeno universal. R menciona los cuadernos de Edith como un cúmulo de conocimientos sobre la muerte, porque lo que encontramos en ellos es una investigación vivencial y visual del dolor, así como su representación. Uno de los aspectos más interesantes del libro es la relación entre texto e imagen. Las fotografías no son meramente ilustrativas, ya que se fusionan como parte del tejido narrativo. A veces, una imagen parcialmente mostrada o comentada; otras veces solamente se describe sin mostrarse. Obligando al lector a imaginarla, reconstruirla. Tal es el caso de una de las imágenes de los suicidios masivos de civiles japoneses durante la Batalla de Saipán, anteriormente mencionada: Sabemos algunas cosas básicas. Sabemos, por ejemplo, que el obturador de la cámara se activó en la orilla de un mar. En la foto se ve una costa, hay acantilados, en la parte inferior derecha hay dos hombres con casco. Son militares estadounidenses. Miran hacia el océano (…) Es una masa borrosa. Es un cuerpo que se cae. Se ha lanzado desde el borde de las rocas y hacia el abismo oceánico (Carta Núm. 12). Estas descripciones están cargadas de una fuerza visual que invita al lector a ver a cuestionarse sobre la condición humana. El relato por tanto, se convierte en una experiencia sensorial y casi táctil; porque lo documental y literario se fusionan de forma orgánica. En esa intersección reside la solidez del libro Archivo Agonía. Formalmente, el libro propone una estructura que simula el funcionamiento de un archivo. Cada carta viene acompañada por comentarios que analizan y contextualizan esos documentos encontrados: La transcripción anterior corresponde a una carta escrita a mano sobre papel azul claro, de cinco páginas de longitud, dobladas por la misma. El matasellos del sobre indica que la fecha de envío fue el 8 de septiembre de 2015. La carta está fechada el día anterior. Esta carta no incluye material anexo (Comentario a la Carta Núm. 4). Estos añadidos, refuerzan la idea que estamos ante un artefacto arqueológico, una colección que ha sido recogido, identificado y examinado con rigor y análisis. Así, el lector se convierte en una especie de investigador, porque va reconstruyendo la historia a partir de indicios, fragmentos, huellas. De este modo, Azahua juega con la forma del archivo como modelo narrativo. El libro es una matrioska documental: en su interior hay cuadernos, dentro de los cuadernos hay imágenes, dentro de las imágenes hay historias, y detrás de cada historia, una agonía. Este juego formal no es gratuito, porque responde a la intención de explorar cómo se construye la memoria, cómo se transmite el dolor y cómo se puede rescatar algo del olvido a través del acto de narrar. En resumen, Archivo Agonía es una obra profundamente conmovedora y peculiar. No se limita a contar una historia de amor interrumpida por la muerte, sino que se atreve a pensar la muerte como tema poético, estético, filosófico. A través de una narrativa híbrida y una estructura epistolar cuidadosamente diseñada, Marina Azahua construye un libro que desafía los límites de la novela, el ensayo y el archivo. En sus páginas, los lectores nos enfrentamos a la agonía como proceso continuo, posibilidad latente y espejo donde todos nos reflejamos. Marina Azahua, escritora, editora, historiadora y antropóloga; logra en este libro condensar sus saberes y sensibilidades. Archivo Agonía es también una invitación a repensar la literatura como espacio de representación y lugar que almacena, procesa y transforma las experiencias emocionales del ser humano. La novela es un testimonio afectivo, una intervención editorial, un dispositivo de memoria y una exploración radical de lo que significa permanecer.
Marina Azahua. Escritora, editora, traductora y antropóloga. Su obra ha sido merecedora del Premio Interamericano de Literatura Carlos Montemayor y ganadora del Certamen Internacional de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz del Estado de México. En 2015, junto con Astrid López Méndez, César Tejeda, Isabel Zapata y Jazmina Barrera fundó Ediciones Antílope. Actualmente es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte y Archivo agonía es su primera novela.
Minerva Reynosa. Poeta, profesora y gestora cultural. Es autora de más de diez títulos de poesía. Su obra ha sido merecedora al Premio Regional Carmen Alardín 2006 y Premio Nacional de Poesía Clemencia Isaura 2020. Actualmente colabora con Benjamín Moreno en el proyecto de experimentación textual, visual y tecnológico Benerva! Tiene con la poeta y traductora Paula Abramo; y Efraín Velasco, poeta y diseñador, Muiraquiā: Proyecto Fanzinero de Poesía. El cuál se dedica a publicar poesía brasileña al español en México y otras poéticas liminales. Es docente online, consultora de literatura, gestora de distintos proyectos de sensibilización de la poesía y pertenece al Sistema Nacional de Creadores de Arte. IG: @minerva.reynosa
Imagen: Editorial Sexto Piso.



