Cuando sube al estrado, mi papá es Rubén Darío

El poeta Donnovan Yerena comparte con Posdata fragmentos del proyecto "Cuando sube al estrado, mi papá es Rubén Darío".

julio 10, 2025

Por Donnovan Yerena

mi padre me marcaba cada domingo fin de mes

nunca me gustó hablar por teléfono

pero cuando mi papá marcaba,

me volcaba dentro]

hola pá, sí, me va bien en la escuela.

aprendí a recrear con mis dedos

las historias que me contaba de cerca

mientras estábamos trenzados

por el cable que le daba

cuerpo y sonido

a nuestras conversaciones de cueva.

soñamos con las ventanas abiertas

a la resolana de las montañas que lo cubrían

en el norte, más allá de donde alcanza

a llegar la         mariposa monarca,

su lengua era otra que tomó prestada,

y aun así cuando mi padre marcaba

yo contestaba y lo escuchaba decir

acá los árboles son de miel

                y chorrean

abejas multiflora de arcoíris,

       la buganvilia se toma fresca y

en tragos de gigante

      cuando vengas te compraré una mantarraya

          grande, enorme,

qué digo: ¡ c o l o s a l !

      para que te montes cuando el sueño

   sople tus pestañas y las libere al vuelo

     sobre esta tierra de maple y flores naranjas

mira, contempla cómo florecerán:

*                      *                      *                      *                      *

mi padre aprendió a dibujar sobre mi piel con sus promesas,

    las llamadas eran largas y

    la ausencia se arrinconaba entre

    mis dientes de leche bronca,

    nuestras encías crudas

    se movían al compás

    y decían:

    tendrás muchos hijos

    me darás nietos

 seremos manada

       perdonaremos con la

   lengua menguante 

y reiremos con la boca en forma de piña

   de melón de cereza de guanábana;

por fin vendrás a casa,

  llegará el día que tanto temimos y te diré como

mi padre me enseñó a ocultarme en los

    agujeros más pequeños

    pero yo te enseñaré a sembrar

  a coser a bailar a brincar

más alto que tu sombra.

 

aldebarán cincuenta y seis

recuerdo la vista que se abría ante mí

cuando me cargabas sobre tus hombros y

enredabas tus brazos a mis piernas

mientras encendíamos el motor de un chevy

   azul botella.

no quisiste enseñarme a manejar

decías que aún era

pequeño,

y apenas podía cargar

el peso de mis dientes.

pero dentro de esa carcacha

que fueron nuestros cuerpos al alza

me mostraste todos los caminos a casa

memoricé        la silueta         

de nuestro hogar

(aldebarán         cincuenta           

      y           seis,     

         interior  tres);

un refugio improvisado es el mejor rincón

para estacionar un auto

que se ha quedado

[varado

   en una memoria

      accidentada].

aa

el día que conocí a mi verdadero padre

lo vi arriba de un podium

en el centro nueva luz,

                   en buena vista, michoacán.

hablaba con la fuerza

de todo un país en huelga,

todos los compañeros

recibían su sabiduría

         de boca en boca,

entre cuatro paredes descubrí

que la lengua puede aprender

nuevas formas de decir

         lo siento

y las manos se enseñan a edificar

habitaciones de cascarón,

el cuerpo debe recordar

que todos venimos

         de una casa

sin puertas ni ventanas.

y que una vez fuera,

el cuerpo debe aflorar

         y hacer monte.

la noche que deseamos volver a casa

cómo quisiera poder levantarme de puntitas

con las manos al aire,

me gustaría conocer a ese pariente lejano

del que siempre me hablaste.

podría preguntarle tantas cosas]

   [cómo era mi padre de bebé,

     cuánto medía cuando nació,

     si su madre lo bañó en hojas de lechuga

               cuando la noche no alcanzaba

     para sus sueños de viajante

     transatlántico/

viajero cósmico y solar,

     acaso alguien lo acompañó

     en sus vigilias

     y aprendió a escuchar

        el idioma de sus ojos que

        danzaban en rituales de

  ocarinas y silbidos de viento;

       mi padre nació orangután,

       dime cómo aprendiste a ser más humano,

        menos animal.

mel et lac sub lingua tua

he estudiado el lenguaje corporal

de los monos

cuando nacen sus bebés,

                   los miman

con delicadeza revolucionaria,

así baila mi papá:

                            el orangután mayor.

el gran cabildo se arrodilla frente a él,

aplauden y avientan maníes

que atrapo con los dientes.

yo defenderé la integridad de mi padre ausente,

porque yo sé de ausencias

que pesan más que una jauría

de elefantes alados;

a mí de niño no me críaron con leche

sino con miel cruda de acitrón,

es por eso que en lugar de dientes

llevo por encías

         estos enjambres,

                                     colmenas.

                                                        volcanes

                                                        ardiendo.

la fruta favorita de mi padre es el mango

y aunque no puedo afirmarlo

me gusta pensar que es así,

anoche soñé    una huerta de mangos;

fui la nube

que se vació

sobre el campo

mientras mi padre

buscaba refugio

para todos       sus mangos;

sus seiscientos

setenta y seis mangos,

    amarillos y pululantes.

alzó la mirada y por un momento

        sentí que la tierra nos pertenecía,

   y él acaso maldijo        la imprudencia de la lluvia.

de allá de donde viene mi padre

de aquel feroz monte volcánico

solo queda ceniza,

ahí el diablo aprendió de botánica,

y entendió que la raíz

es más fuerte cuando se palpita

tres veces al día.

de aquel monte de fuego es mi padre,

aprendió a caminar sobre planchas de lava roja,

a comer piedras de azufre

y a jugar en los arrollos de violetas.

lo arrulló una boca de agua ardiente

y el calor de un sol que no duerme

lo cobijó cada noche.

mi padre tiene la piel escamada

como el pescado blanco

que brota en los ríos del sur.

mi padre podría correr un maratón entero en diez minutos,

                            pero no ha aprendido a caminar.

antes, mucho antes

cuando era niño corría descalzo sobre el agua

que chorreaba de tu vientre;

me hacía sentir de alguna manera

que seguía siendo parte de ti.

faro de bucerías, michoacán

recuerdas la bruma que se tragó al campo

de edificios en obra gris,

horizonte desierto;

recuerdas cómo temblaron tus dedos

mientras dormías al interior de un esqueleto

sin ventanas sin cimientos;

te prometieron una tierra

en la que la miel bruñe

    desde dentro,

donde los árboles enmarañan

sus brazos       venas de ámbar y

palpitan sus lenguas  aquí

  dentro en nuestras manos;

recuerdas cuando la noche cubrió

tus preocupaciones    y te

mostró que     el norte es el camino

de los que buscan refugio

en las amígdalas del sol;

recuerdas cuando nuestros ojos

se encontraron de frente,

cuando el desierto

nos humedeció los pies

y nos hizo creer que

habíamos vuelto        al inicio;

me tomaste de la mano y

faro de bucerías nos

embistió          por dentro

mi padre recorre la costa oeste de estados unidos

cuando cumplí dieciséis años

mi padre me llevó a conocer las carreteras

más oscuras del oeste de estados unidos;

ambos esperamos temerosos

de revivir los nervios del reencuentro,

un instante inadvertido

que nos mantuvo con los brazos rodeando

la silueta de una pickup americana como

la que veía en la tele mientras mi padre hablaba por

el teléfono y hacía promesas de gigante;

de pronto tuve dieciséis años y volví a nacer

nos resguardamos del monzón que acompañó

nuestro encuentro,

dentro de una camioneta chevrolet

descubrimos que cualquier camino desemboca

en la cisterna que sumerge los días

detrás del patio de mi mamá petra,

donde lo bañaron junto a todos sus hermanos;

recorrimos la costa oeste de estados unidos

a sesenta millas por hora,

hicimos paradas en cada ciudad

cercana a la carretera más oscura

mientras mi padre sonreía y murmuraba

¿te acuerdas cuando te envié una foto de este puente? 

algún día deseé que esto sucediera,

que coincidiéramos aquí frente

al golden gate ahora estira las manos

mientras te tomo otra foto,

ahora sales tú, ya no faltamos

la carretera nos meció los pies

que trémulos buscaron cualquier

rincón para detenernos y registrar el paso;

prometió llevarme a conocer las casas de todos sus hermanos

de su hermana lupita, la que vive en yakima, washington

allá donde las flores colman las calles y el sol dobla

las nubes en picada;

mi padre detiene la pickup a bordo de la space needle

y mientras contemplamos la noche cayendo sobre seattle

mi padre rodea el planeta con su lengua y murmura

vengo de una familia de caracoles y saltamontes;

mi padre recorre la costa de estados unidos

pendiendo en mi memoria, y cuando giro en mí mismo

puedo confirmar que al igual que él,

soy un caracol recorriendo el campo abierto

las ausencias pesan menos cuando siento ganas de orinar

he vivido más de un tercio de mi vida

en baños públicos,

aprendiendo a adivinar

el valor de la moneda que me dará paso

tan sólo por el tamaño de la rendija.

y quizás mienta cuando digo que

he vivido más de un tercio,

porque realmente no sé cuánto es eso

quizás sea menos, pero por efecto dramático

diré que sí,

he vivido más de un tercio de mi vida

buscando el baño perfecto

para estas constantes ganas de

orinar y desechar

todo lo que me hace daño.

la orina es más tóxica que la saliva,

ese es un dato innecesario

                                     inventado

                                                        impostado

un tío lejano me dice que tal vez sea diabetes,

mi madre piensa que es mi manera de llamar

la atención, de querer destacar

quién toma tanta agua antes de salir de casa,

eso es innecesario y por lo tanto

                                               (inútil)

le digo que es de hecho, vital e

incluso un poco triste:

tener que llenarte el vientre de líquido

         para de alguna manera sentir

                   que las ausencias pesan menos.

dientes de leche

le muestro a mi padre los colmillos

que me han crecido junto a la lengua,

         él observa

                   detenidamente,

                            me escucha,

entrecierra los ojos,

se sienta      y dice:

nunca aprendiste      a ser menos como yo,

         eso te pasa por buscarme

                            los ojos

                            en la penumbra de

                                      tu cara.

me tiendo en el patio de mi departamento

mientras mi padre me observa desde        

          aquí dentro,

imagino a su padre viviendo dentro suyo

         hablando por él,

                   usando una lengua que

                                               le pertenece

                   tanto como la mía a él,

         y le pregunto:

                   ¿a ti también te salieron

                                               colmillos

                   cuando eras pequeño

                                      y cabías

                            en las manos de mi abuela?

asiente con todos sus dientes,

y la luna se decanta en nuestra boca

Donnovan Yerena es de Morelia, capital del estado de los pescadores. Estudiante de Letras Hispánicas fuera del agua. Formó parte de la segunda generación del Centro de Creación Literaria de la Casa del Libro de la UANL. Anteriormente obtuvo el primer lugar en el Certamen de Literatura Universitaria 2019 con un cuento sobre añoranza y té. En 2023 obtuvo el segundo y el tercer lugar en las categorías de cuento y poesía respectivamente, juntando así, las tres guayabas rosas. Su primer libro de cuentos Los peces que jamás serán pescados, se publicó en la colección Ínsula de la Universidad Autónoma de Nuevo León. En abril de 2024 obtuvo el primer lugar en el Premio Nacional al Estudiante Universitario en la categoría de Poesía José Emilio Pacheco con una muestra de poemas titulada Cuando se sube al estrado, mi papá es Rubén Darío. Algunos de sus ensayos han sido publicados en las revistas Armas y Letras, Filamento, Navegantes y Presencia Universitaria.

 

Imagen: Cole Keister | Pexels.

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