Por Eduardo Ramírez
El medio o el proceso de nuestro tiempo –la tecnología eléctrica– está remodelando y reestructurando los patrones de la interdependencia social y cada uno de los aspectos de nuestra vida privada. Nos está forzando a reconsiderar y revaluar prácticamente cada pensamiento, cada acción y cada institución que hasta hoy se daban por establecidos. Todo está cambiando: usted, su familia, su barrio, su educación, su puesto, su gobierno, su relación con “los otros”.
Marshall McLuhan
Las inmensas colas de espectadores que se mecían los sábados y domingos frente a las taquillas de cine, cierran filas ahora y con la misma frecuencia en las casetas de peaje de las autopistas. Simplemente, lo que antes empujaba a las masas a ocupar los sillones de las salas de cine, los empuja ahora hacia el asiento del coche.
Paul Virilio
21/09/25. La manera de consumir imágenes define a mi generación.
Imágenes en movimiento, a distancia, son mediatizadas a través de diversos dispositivos que conforman una representación de nuestro entorno, de ciudad. Estos procesos de producción de imágenes nos definen como sujetos audiovisuales.
La televisión es el primer dispositivo que, como generación llevó a que la imagen se convirtiera en nuestra segunda lengua para entender y procesar la realidad.
Nuestra mirada actual es producto del Pájaro Madrugador (uno de los tres satélites de la red Intelsat) que permitió, a partir de los sesenta, transmitir imágenes a lo largo del mundo, casi de manera instantánea. Ese sistema global hoy es cotidiano y está al alcance de nuestra mano. La transmisión “en vivo” del programa Our World (1967); la Olimpiada de México en 1968, la llegada del hombre a la Luna (1969) y el Mundial de 1970 en México fueron los primeros eventos que ayudaron a conformar esta mirada global y genérica que todavía hoy nos rige.
El segundo dispositivo que nos definió como los seres audiovisuales que hoy somos es el automóvil. A través de él, la mirada se expandió por las redes que conectaban los distintos sectores de la ciudad y conformaban el nuevo trazo urbano moderno.
No es casual que el mismo año de la inauguración, en el sur de CDMX, del campus de la UNAM (1954), se diera la Exposición Industrial de la República Federal Alemana en Ciudad Universitaria. En ella se presentó el VW sedán que casi una década después, a través de su fábrica en Puebla produciría masivamente automóviles de bajo costo para la economía de familias que habitaban las ciudades de todo el país.
Este mismo año, los arquitectos Mario Pani y José Luis Cuevas diseñaron en el polo opuesto de la ciudad, Ciudad Satélite no solo dependiente del automóvil para acceder a la actividad de la actual CDMX; sino que, antes de que se construyera siquiera la primer casa, erigió un símbolo de este desarrollo habitacional diseñado para ser percibido desde el automóvil: las Torres de Satélite, autoría, entre otros de Barragán, Goeritz y Reyes.
Dos productos visuales simbolizan este cambio en la visión.
Por un lado, el capítulo de la serie de TV-UNAM, La Creación Artística (1965) dedicado a Vicente Rojo dirigido por Juan José Gurrola. En este capítulo se evidencia la preminencia en la producción visual del automóvil más allá de la producción pictórica individual de los otros capítulos (Gironella, Cuevas).
Al recorrer la ciudad, el encuadre del parabrisas convierte el coche en un productor de imágenes en movimiento y, al mismo tiempo, en un productor de la ciudad visual. Gurrola sube a un VW sedán, manejado por Rojo, una cámara. El resultado es que, al mismo tiempo que la imagen recorre la ciudad por las nuevas rutas viales, se ven las intervenciones que directamente sobre el film Rojo “dibujó”. Estos signos, gestos gráficos sobre camiones de carga, espectaculares, paredes, dialogan y conforman este nuevo paisaje que produce el ojo al recorrer la ciudad sobre el coche.
Otra representación que me viene de la producción de la imagen a través de estos dispositivos, es el TV Buddha de Nam June Pike (1974). Una pequeña escultura sedente de Buda en condición meditativa frente a una televisión. La imagen que reproduce el monitor es la del mismo Buda. Como si esa “concentración”, esa mediación de la existencia individual que la imagen genera –a través de la audiovisualización de la sociedad y la cultura– fuera un reflejo de nosotros mismos.
Mientras que la televisión, desde nuestra pasividad/privacidad, nos expone al flujo de imágenes en movimiento; el automóvil, dada por la velocidad del dispositivo y su vida pública, nos arroja y proyecta hacia el espacio estático de calles, paisajes, anuncios, graffiti, edificios, ruinas, flujos, estatuaria pública y demás imágenes que vuelven la ciudad, en cada recorrido, una narrativa.
En eso, una vez más, Virilio tiene la razón cuando establece la relación entre velocidad e imagen, “La velocidad trata la visión como materia prima. Con la aceleración, viajar equivale a filmar; no tanto producir imágenes cuanto huellas mnemónicas nuevas, inverosímiles, sobrenaturales.”
Tal vez por eso, en el dinamismo que conformó nuestra vida moderna, tan pronto apagamos la tele, encendemos el coche para continuar transitando ese flujo de imágenes dentro del que conformamos nuestra realidad y la procesamos.
Eduardo Ramírez es editor, autor, maestro y asesor de proyectos. Escribe porque no aprendió a andar en bici y ve la televisión tratando de entender al ser humano y no aburrirse. Editó velocidadcrítica de 2000 a 2007. Publicó los libros El Triunfo de la cultura y El Cuauhtémoc de Troya. Ha escrito columnas y capítulos de libros en México y España. Lo han corrido de todas las universidades de Monterrey.
Imagen: Anete Lusina | Pexels.


