Por Daniel Espartaco Sánchez
Kpop Demon Hunters: ¿millones de niños y adolescentes no pueden estar equivocados?
En vísperas de la Noche de las Brujas y del Día de Muertos, de paseo por mi colonia, no pude sino notar que muchas de las niñas iban disfrazadas de las Kpop Demond Hunters, o las Guerreras del K-pop en español, sin duda un fenómeno no sólo en Netflix, sino también en la lista de los hits de los últimos meses. ¿Quién no se ha descubierto a sí mismo últimamente tarareando esa de “Golden” del grupo de Kpop ficticio Huntr/x, interpretada por EJAE, Audrey Nuna y Rei Ami?
Y sin embargo, hace 25 años, muy pocos mexicanos hubieran podido señalar en un mapa la pequeña república de Corea del Sur. A Sung-yeon, mi novia, le molestaba que la vecina la saludara con un amigable mochi mochi cada mañana y le respondía con una mueca inexacta e inexpugnable, porque aquello era ¡una ofensa nacional! Hoy en día, todo el mundo reconoce a un coreano cuando lo ve. Pero entonces los únicos lugares donde podías escuchar kpop era en los restaurantes de la Zona Rosa, o en los karaokes y peluquerías regenteados por y para coreanos. Y ahí estaban: muchachos y muchachas hermosas, indistinguibles los unos de los otros, que saltaban de un lado al otro en los televisores de estos lugares, al ritmo de una música pop tan genérica como la nacional. Y al igual que el pop nacional o el japonés —o peor, el soviético o el yugoslavo —, uno no podía evitar pensar que esa música no podía ser otra cosa que una parodia del pop norteamericano. Además, si querías ver programas de Corea, por ejemplo, telenovelas, había que alquilarlas en un local de la Zona Rosa, regenteado por la inescrutable señora Park, directamente grabadas de la televisión coreana con todo y comerciales. Una vez a la semana, Sung-yeon alquilaba el culebrón de moda y pasábamos horas viendo sufrir a la chica guapa, torturada por la chica malvada aún más guapa.
Luego vino el estilo Gangnam con su inconfundible ritmo…
Y más adelante vinieron BTS y después BLACKPINK, le siguieron El juego del calamar y Parásitos. Las plataformas de streaming se llenaron de telenovelas y doramas coreanos. Hoy en día, el llamado poder blando de Corea del Sur es indiscutible. Y en este sentido, el kpop es tan poderoso como un portaviones de la clase Gerald R. Ford y su flotilla de rémoras; en el 7-Eleven puedes comprar ramyeon y hasta ¡soju! Y quien se haya puesto una borrachera con soju sabe de lo que estoy hablando. Y todo bien, pero luego vino Kpop Demon Hunters…
¿Y que es Kpop Demon Hunters?, ¿es parte del soft power coreano o es el resultado del mismo? ¿Es un producto coreano siquiera? Porque da la impresión de que uno está viendo Disney con kimchi; con un estilo, un argumento y una ideología muy reconocibles para el público occidental: el bien contra el mal, la búsqueda de la identidad, etcétera.
Hace cuatrocientos años, en Corea, los demonios del rey de los demonios, Gwi-Ma (Lee Byung Hun) invadieron la tierra para adueñarse de las almas de sus habitantes, pero fueron detenidos por tres cazadoras de demonios, cuyas voces lograron controlar a los demonios al crear un hechizo llamado el Honmoon, una especie de barrera de protección. Desde entonces, una lucha se sostiene entre estos dos bandos, y así, cada generación ha tenido sus cazadoras de demonios. Las actuales son Rumi (Arden Cho), Host (Liza Koshi) y Mira (May Hong), quienes forman parte del grupo de superéxito internacional de kpop, Huntr/x, que está a punto de alcanzar el Honmoon dorada de la que habla la leyenda: el hechizo que eliminará a los demonios para siempre de la tierra. Y para que esto no ocurra, uno de los demonios, llamado Jino (Ahn Hyo-seop), convence a Gwi-Ma de mandarlo a la tierra junto con otros demonios para derrotar a las Huntr/x en su punto más débil, que son los fans. De esta manera, Jino y sus compañeros demonios conforman una boyband llamada los Saja Boys, quienes empiezan a competir con las Huntr/x en popularidad, lo que lleva a ambas bandas a participar en el concurso anual más importante de idols: las Huntr/x para lograr la Honmoon dorada y los Saja Boys para conquistar el mundo, o algo así. De manera que no se trata sólo de un concurso, sino de una lucha por el destino de la humanidad, bla, bla, bla. Pero, Rumi, la protagonista, comienza a perder la voz, y debe de enfrentar casi literalmente a sus demonios, pues ella misma es mitad demonio y le ha estado ocultando al mundo su identidad. Y si bien no es muy original, Kpop Demond Hunter termina por ser una suerte de entretenida y fresca comedia romántica entre Rumi y Jino (que después de todo no es tan malo), con una vorágine de canciones pegajosas, escenas muy divertidas, y otras tantas demasiado cursis, como corresponde al género. Si tienes hijos y estás más que obligado a verla, la película no resulta ser del todo una tortura. Mi hija de siete años no sólo lloró todo el tiempo, sino que ahora sueña con ser Mira, cuando todas sus amigas quieren ser Rumi o Zoey, y no ha parado de dar patadas por toda la casa desde entonces al ritmo de “Golden”.
¿Vale la pena verla? Como ya lo dije, si tienes hijos no te quedará de otra.
Daniel Espartaco Sánchez (1977). Es autor de varios libros, el último se llama Los nombres de las constelaciones. Ha ganado muchos premios literarios, pero no le gusta presumirlos. Lleva más de un año con la Clínica de Narrativa, un espacio virtual y físico de lectura y reflexión acerca de la escritura creativa. Vive en la colonia Narvarte, el único territorio con el que se identifica hasta el momento.
Imagen: SONY | Netflix.


