Por Marcel del Castillo
¿Qué nos dicen las estadísticas sobre nuestra relación con los museos en México? ¿A quiénes impactan sus contenidos? ¿Son espacios diversos y de amplitud social? ¿Son espacios exclusivos del arte? Como artistas, ¿es el lugar idóneo para mostrar nuestros proyectos?
Como todos los años, el Inegi, el instituto de investigación y aplicación estadística mexicano, hace su estudio sobre los museos en México 1. Y, claro está, soy el primero en hacerme de sus informes para dilucidar el panorama; pero, sobre todo, porque los datos tienen esa sutil fuerza que desmonta teorías borrachas de ideologías.
El primer dato, casi invariable año con año, y que siempre es importante resaltar, es que del 100% de los museos en México, tan sólo el 23% corresponde a los dedicados al arte. Esta cifra es, para mí, una revelación, pues la primera relación que hacemos con la palabra “museo” es el arte; sin embargo, en la realidad estas instituciones actúan y trabajan desde muchos ámbitos —como la historia o la ciencia— con mucha más fuerza que con el arte. Esto nos lleva a un escenario más didáctico y jerárquico en el manejo del conocimiento, que de exploración, crítica o desmontaje de estos.
A esto se suma que el 88% ofrece recorridos guiados, esa estrategia pedagógica con la que los museos hacen del arte una simple ilustración de conceptos preestablecidos e inamovibles, que el espectador debe aprender y apuntar leyendo las fichas técnicas y aceptando obedientemente la interpretación institucional.
Estamos frente a un escenario donde la relación vertical de la institución museística se confirma y se establece como canon educativo y cultural; es decir, un infortunio para las intenciones de ese arte crítico que transita por la duda y la pregunta más que por la certeza de conceptos y definiciones. También se remarca esa visión de los museos como depósitos históricos, almacenes de información que desean hegemonizar. Por supuesto, no estoy renegando de la existencia de espacios dedicados a la historia o la ciencia; solamente apunto que su presencia abrumadora como representantes del pasado entorpece o excluye a las instituciones que estimulan el pensamiento y la crítica del presente o del futuro, en formas de pregunta y no de dictamen.
Otro dato incómodo, por su desbalance, es que casi el 75% de estos museos son gestionados con recursos públicos —entre federales, estatales y municipales—. De ahí que las instituciones sobreviven constantemente a los vaivenes de la política cultural de los gobiernos de turno. Además de lo económico, el punto fundamental es que esa discrecionalidad del contenido museal queda relegada a la ideología dominante. La pregunta es: ¿la cultura debe ser gestionada y financiada con dinero público o privado? La respuesta dependerá de factores ideológicos; pero, desde mi óptica, un balance entre aporte público y privado que genere diferencias —y no una uniformidad discursiva y de investigación— es necesario.
Cuando la investigación toca el tema de los visitantes, se subraya el problema que más atención ha tomado en los últimos años en las instituciones culturales: los públicos. ¿Qué tipo de público se acerca a los museos? ¿Están llegando a nuevos públicos? ¿Son espacios incluyentes? ¿Se hacen las gestiones de comunicación y difusión suficientes para atraer a públicos más amplios y diversos? Las cifras son contundentes: el 87% de los visitantes tiene educación media superior y superior. ¿Qué pasa con las infancias? ¿Por qué no se acercan quienes no están en el sistema educativo superior? ¿Los museos son sólo para gente con educación formal? Y muchas preguntas más, incluso una que cuesta plantear: ¿le interesa a los museos un público más allá del configurado por el sistema de educación formal? ¿Para quiénes generan contenido? ¿Cuando hablamos de accesibilidad, es sólo para condiciones físicas?
El acercamiento a los públicos es todo un tema por resolver. Pues, si entendemos que para realizar una licenciatura en una universidad pública o privada se requiere un nivel socioeconómico importante, esta cifra de los visitantes permite inferir —ya que el estudio de estadística de museos 2024 del Inegi no especifica esta información— que los museos son instituciones para la clase media y alta, es decir, un 23% de la población aproximadamente 2.
A esto hay que añadir que el 80% de los visitantes solo acude una vez al año al museo; una cifra también desalentadora, pues no sólo cuesta incorporar nuevos públicos, sino que el que ya existe no se logra consolidar como un visitante periódico o constante que construya una relación profunda con el contenido del museo. Esto evidentemente tiene que ver con que casi el 80% de las instituciones está dedicado a la historia y la ciencia, lo que hace que sus exposiciones tengan pocos o ningún cambio en el tiempo. Sin embargo, esto no es una justificación, pues estos espacios pueden gestionar actividades paralelas, públicas y temporales que sí estimulen a revisitar el espacio constantemente.
Por último, se mantiene inamovible en comparación con el año previo que el 56.3% de los visitantes dedica menos de una hora de atención durante su visita, y el 29.8% menos de dos horas. Este dato lo podemos leer como la imposibilidad museal de atrapar, contener y generar espacios de contemplación y reflexión para un espectador apurado, cuya visita parece más un compromiso social que una visita dedicada, con el tiempo suficiente para apreciar y acercarse a las propuestas que el museo ofrece.
Ciertamente estas cifras no nos dicen nada nuevo; se mantienen los datos de años anteriores y se manifiesta la inacción institucional para recibir a públicos amplios socioculturalmente hablando. Un panorama que celebra cuantitativamente sus 51.5 millones de visitas en 2024, pero sin detenerse en lo cualitativo de ¿cómo ha sido esa experiencia de visita? ¿Cómo fueron recibidos los contenidos? ¿Qué provocaron en su contexto social? ¿Cómo se constituyeron estos públicos?
Estos números tampoco desencadenarán cambios en el sistema cultural y museístico, pero nos permiten —a quienes trabajamos como agentes en los circuitos de arte— entender y comprender el impacto de lo que hacemos, el contexto donde se desarrolla y los imposibles a los que nos enfrentamos y como artistas cuestionarnos quién tiene acceso a nuestras propuestas si sólo se exhibe en Museos o, incluso, pensar en otros espacios de exhibición que tengan mayor penetración social.
Marcel del Castillo es artista, curador y docente. Vive y trabaja en Monterrey. Sus prácticas artísticas son espacios de especulación y juego entre documento y ficción. En la actualidad su trabajo se ha enfocado en la representación de las vinculaciones culturales al agua en México.
Referencias
- Instituto Nacional de Estadística y Geografía. (2025). Estadísticas de Museos. INEGI. https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/boletines/2025/museos/EstMuseos2024_RR.pdf
- Instituto Nacional de Estadística y Geografía. (2021). Cuantificando la clase media en México 2010-2021. INEGI. https://www.inegi.org.mx/contenidos/investigacion/cmedia/doc/cm_desarrollo.pdf
Imagen: Izzy Villa | Pexels.


