Bajo la misma lluvia

Y ahí comenzó el debate. ¿Hasta dónde llega el homenaje y dónde empieza la apropiación? ¿Qué tanto se puede alterar una canción sin borrar su esencia? Muchos señalaron que la nueva versión conservaba la estructura emocional del tema original, lo que hacía difícil aceptar la coautoría de quienes apenas retocaron su vestuario sonoro.

noviembre 4, 2025

Por Arturo Roti

Muchos crecimos con la radio encendida, esa vieja compañera que nos enseñó a sentir antes de entender. En medio de los boleros, baladas y comerciales de jabón, de pronto sonaba una voz que parecía venir del cielo: “Amor, tranquilo, no te voy a molestar…” Era Rocío Dúrcal cantando “La gata bajo la lluvia”, una canción que se volvió parte del aire que respirábamos en los años ochenta.

Su autor, Rafael Pérez Botija, era uno de esos compositores silenciosos pero fundamentales. Detrás de su nombre se esconden decenas de melodías que marcaron una época. Fue el arquitecto de muchas de las canciones más profundas de José José, como “Preso”, “Desesperado”, “Soy así” y “El amor acaba”. También escribió para Dulce himnos intensos como “Déjame volver contigo” y “Heridas”, y para Pablo Abraira, aquella desgarradora “O tú o nada”. Cada una de esas piezas llevaba su sello: una elegancia melódica que sabía conjugar el drama con la belleza.

“La gata bajo la lluvia” fue, sin duda, una de sus obras más emblemáticas. Rocío Dúrcal la interpretó con una mezcla de fragilidad y orgullo que la hizo eterna. La vimos cantarla en Siempre en Domingo, en programas de variedades, en festivales… era la canción que abría heridas dulces en las sobremesas familiares.

Décadas después, esa gata volvió a salir bajo la lluvia. Pero esta vez lo hizo en forma de colaboración entre Ángela Aguilar y el DJ Steve Aoki, bajo el título “Invítame a un café”. Según se explicó, el tema es un homenaje inspirado en el clásico de Pérez Botija. Sin embargo, lo que parecía un gesto de admiración pronto se convirtió en tormenta.

El motivo: en el registro oficial de ASCAP, aparecen como autores no solo Aoki y Aguilar, sino también el propio Rafael Pérez Botija, además de otros colaboradores. Esto confirmaría que la canción fue tratada legalmente como una nueva obra derivada, con modificaciones suficientes para registrar coautoría.

Y ahí comenzó el debate. ¿Hasta dónde llega el homenaje y dónde empieza la apropiación? ¿Qué tanto se puede alterar una canción sin borrar su esencia? Muchos señalaron que la nueva versión conservaba la estructura emocional del tema original, lo que hacía difícil aceptar la coautoría de quienes apenas retocaron su vestuario sonoro. Otros defendieron que se trata de una “reinterpretación moderna”, un puente generacional que reimagina el espíritu del clásico para nuevas audiencias.

Y quizá el verdadero debate no es legal, sino moral. ¿Qué tanto pesa la ética en la industria musical actual? ¿Cuánto vale un nombre en los créditos frente a un algoritmo que decide quién suena más?

Pero más allá de la legalidad, lo que inquietó a muchos fue la sensación de que algo sagrado se tocaba sin la debida reverencia. Porque las canciones como “La gata bajo la lluvia” no son solo melodías: son parte de nuestra memoria afectiva.

Por eso dolió. No solo porque alguien más la retomara, sino porque, en medio de un sistema donde las plataformas reparten créditos y premios casi como likes, pareció que la autoría se diluía entre algoritmos y marketing. La joven cantante recibió un reconocimiento por “su composición”, mientras miles de oyentes veían en ello una falta de respeto hacia el legado de Botija y Dúrcal.

A veces pienso en lo que sentiría Rocío si escuchara esta nueva versión. Tal vez sonreiría con elegancia, como quien sabe que su voz ya no necesita defensa. O tal vez suspiraría, como esa gata que sigue sola bajo la lluvia, observando desde el balcón del tiempo cómo su canción se convierte en trending topic.

Pero lo cierto es que las buenas canciones –las verdaderas– no se manchan. Sobreviven a las modas, a los premios y a los intentos de reescribir su historia. Y mientras la tormenta digital se disipa, en alguna radio perdida o en el recuerdo de quienes la amamos, vuelve a sonar la voz de Rocío:

“Ya lo ves
La vida es así
Tú te vas
Y yo me quedo aquí”

Porque, al final, el arte auténtico no necesita explicaciones. Solo necesita seguir lloviendo.

Arturo Roti (1968): Comunicólogo egresado de la UANL, rockero de corazón desde que Queen lo bautizó en su primer concierto. Fan del cine, el fútbol y de opinar de todo (aunque nadie lo pida). En el año 2000, dio vida al blog Ojo Eléctrico, donde desmenuzaba discos, rolas y conciertos, y que más tarde se transformó en una cápsula de televisión para el programa Amplificador de TV Azteca. Ha colaborado para El Norte y pintado casas con su jefe en los veranos. Vive con una banda sonora perpetua en la mente, porque, para él, la vida siempre tiene un soundtrack.

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