El problema con Pedro Páramo de Netflix

  Y es aquí donde comienzo a dudar. La duda que me asaltaba todo el tiempo es si alguien que no hubiera leído el libro podría entender el entramado en que fue construida esta versión, sondear algo en ese laberinto de saltos adelante y hacia atrás...

noviembre 7, 2024

Por Daniel Espartaco Sánchez

Académicos especialistas, estudiantes de Letras Hispánicas, sempiternos tesistas de la obra de Rulfo, lectores aficionados, morbosos de tres al cuarto y sufridos estudiantes de preparatoria con su beca Benito Juárez se tomaron de las manos para presenciar el estreno de Pedro Páramo (México, 2024) en la plataforma de streaming Netflix, luego de la resaca que nos dejó el triunfo de Donald Trump en las elecciones de los Estados Unidos. Unos con la solemnidad que un estreno tal demanda, otros, los más, por puro morbo, para criticar, para solazarse, para comparar esta versión con el libro —lo de siempre—, o con sus predecesoras, y, ah, para hacerle mansplaining rulfeano a sus novias. También hubo aficionados de genio y ufanos que se revolcaban en el sofá ansiosos de correr a las redes sociales y consignar sus pareceres en una larga y oscura noche de comentarios sobre la película (cito las palabras de Héctor González) con el vacuo propósito de provocar más inexorable e inopinado ruido. De entre esta fauna pintoresca, los más heroicos fueron los estudiantes con maestros entusiastas, de esos que todavía pretenden que un adolescente con déficit de atención se concentre en algo que dure más de quince segundos, como el señor Rocha, mi maestro de literatura en la prepa (que Alá me lo tenga rodeado de bellísimas huríes allá en el JanahAmín). Todavía puedo imaginarme a un contemporáneo señor Rocha, chavorruco, lentes de Ben & Frank, morralito de la Gandhi y la superioridad moral de quien está del lado de la razón y de la belleza, conminar a sus alumnos, o bien, rogándoles que por favor vean la película en Netflix, que nomás dura como tres horas (a mí me parecieron cuatro), porque van a comentarla el lunes en clase, y que con eso ya pasan el semestre en literatura. El único problema es que, más allá de esta multitud, nadie más vio Pedro Páramo

            Y es que el problema con Pedro Páramo no es la cara de perrito extraviado en el periférico de Tenoch Huerta, ni que todas las actrices hablen de una manera dizque ranchera y afectada, como lo haría una Natalia Lafourcade en ácido (y con la misma carita triste, muy al estereotipo de lo mexicano);  ni que haya partes tan apegadas al texto, con su tono rulfeano, que puedes ir al refrigerador, hacerte un sándwich y escuchar esos diálogos que ya te sabes de memoria y tener la sensación de que estás escuchando una radionovela en Radio Educación en los años ochenta; ni que los diálogos del ronco pecho del adaptador estén llenos de anacronismos contemporáneos; ni que a Susana la disfracen de Frida como en Día de Muertos; ni que intenten llenar las elipsis y espacios de indeterminación con demasiadas explicaciones, aunque fue una labor titánica y fútil completar todos los arcos, algunos de los cuales el público ni necesita y resultan extremadamente aburridos una vez cerrado el arco principal. Al grado de que me imaginé a un J. Jonah Jameson gritando: ¡Parker, los arcos, Parker, quiero todos esos arcos cerrados ahora! Nada de esto me resulta problemático, es una película que incluso llegué a disfrutar porque —ese es el problema —: ¡he leído como diez veces el libro!

            Y es aquí donde comienzo a dudar. La duda que me asaltaba todo el tiempo es si alguien que no hubiera leído el libro podría entender el entramado en que fue construida esta versión, sondear algo en ese laberinto de saltos adelante y hacia atrás, algunos de ellos escenográficos, al estilo teatral; actores maquillados al más puro estilo del Teatro Fantástico de Cachirulo —representaciones convencionales y heteropatriarcales de lo que es ser viejo o joven —,  como para marcar que ah, ya pasó el tiempo porque trae más maquillaje, y ah, aquí es antes porque trae menos maquillaje, y finalmente ah, este es el principio, porque se ve muy joven. Me pregunto si habrán hecho una proyección de prueba con un público que no hubiera leído Pedro Páramo. Sospecho que no, que invitaron a puro sabelotodo. Por lo tanto, Pedro Páramo es una película sólo para fanáticos, un nicho muy pequeño de conocedores, y peca de querer abarcarlo todo y por lo tanto es pretenciosa. Una prueba más de que es imposible que el cine compita con la estructura literaria, y debe de ceñirse a sus posibilidades casi infinitas, pero muy diferentes: el que mucho abarca poco aprieta, escoge unos cuantos arcos, no quieras contarlo todo. Hay que escoger las batallas. No creo que alguien en Hungría o en la Patagonia que no haya leído el libro pueda entenderla, pero sí llegar a conclusión de que lo mexicano es lo que ya sabían porque lo vieron en Coco. Ya casi al final, me alegré de no tener una Colt Python, como Elvis, y dispararle al televisor, están muy caros. 

Pedro Páramo (México, 2024)
Daniel Espartaco Sánchez (1977). Es autor de varios libros, el último se llama Los nombres de las constelaciones. Ha ganado muchos premios literarios, pero no le gusta presumirlos. Lleva más de un año con la Clínica de Narrativa, un espacio virtual y físico de lectura y reflexión acerca de la escritura creativa. Vive en la colonia Narvarte, el único territorio con el que se identifica hasta el momento.

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