Por Daniel Espartaco Sánchez
El atraco, Polonia 2024
No resulta sorprendente que El atraco (Napad, 2024), un filme de Polonia, esté entre lo más visto en Netflix, si nos centramos en el argumento principal: el dichoso asalto a un banco que parece gustar mucho a los rumiantes usuarios de streaming. Hay una buena dosis de mensaje, crítica social, política, pesimismo —que representan la sustancia activa—, suministrado con palomitas, refresco, suspenso y persecuciones, esenciales para cumplir con los requerimientos de Hollywood y el gran público, pero sobre todo de Netflix.
Por lo tanto, la trama puede resultar formulaica y reconocible para el espectador: a) asalto a un banco, b) un viejo policía que es llamado del retiro, c) una asistenta más joven y d) tres jóvenes asaltantes acorralados que podrían llamarse Huey, Dewey y Louie, o bien Bolek, Lolek y Bartek. Y sin embargo, más allá de la trama, hay un montón de detalles que resultan más estimulantes que No es otra tonta película/serie de asalto a un banco. De entrada, el atraco bancario (por eso le dimos click a la miniatura, ¿no?) ocurre en un escenario nada familiar, no estamos en Los Angeles ni en Nueva York (más tarde descubriremos que es Varsovia en noviembre de 1995) y para colmo, no entendemos una palabra de lo que están diciendo. El viejo policía que es llamado del retiro no es Liam Neeson ni Denzel Washington, sino un tal Lubaszenko, que interpreta a Tadeusz Gadacz, un ex comisario de la SB de la República Popular de Polonia, ¿qué?, algo así como la versión polaca de la Stasi o la KGB. Y además, Gadazc es un verdadero hijo de perra que durante el régimen socialista se dedicó a espiar, torturar y perseguir a opositores políticos. Y por último, la joven asistenta… bueno, ella no tiene nada de interesante, es el personaje más desdibujado, aunque intentan ponerle una hija a la que casi no ve, una casita de muñecas y un departamento horrible en Varsovia para que adquiera un poco de pathos. Red Flag para el guionista porque finalmente su función es enjuiciar los métodos de Gadazc, prueba de que el movimiento woke es más antiguo de lo que pensaba. Lo que resulta “irónico” es que las pesquisas del caso solo avanzan con los buenos viejos métodos del socialismo: espionaje telefónico, acoso, y un poco de tortura. Y de vuelta a Gadacz, en cada manual de creación de personajes te aconsejan que el tuyo debe de tener claroscuros, es decir, el bueno no es tan bueno y el malo no es tan malo, etcétera. Gadazc es un viejecillo simpático, adorable, conmovedor, tanto que dan ganas de que sea tu abuelo y pasar la Navidad con él —una especie de Columbo socialista, pero guapo—, y además tiene un dibujo infantil desde el primer acto hecho por su nieta, a la que casi no ve (el manual Salva al gato de Snyder lo deja bien claro), pero también representa lo que la nueva Polonia más detesta, es decir, qué contraste, cómo puede ser adorable si torturó, y persiguió gente. El asunto está en que una funcionaria del nuevo gobierno democrático le pide a Gadazc que busque a los perpetradores del banco porque el banco, que es público, se va a fusionar con uno privado —it’s capitalism, baby—, y el escandalo está generando grima ante la opinión pública. A cambio, a Gadzc se le perdonaran sus pecadillos del pasado. Y así, de acuerdo con Haz tu personaje más creíble y genera un mensaje, la historia de Bolek —perdón, Kacper Surmiak—, el líder de los golfos apandadores, también tiene sus claroscuros bien claros y bien oscuros. No sólo parece que asesinó a sangre fría a tres cajeras y un vigilante, todo lo hizo por el dinero que necesitaba para recuperar a su hermanita que está en un orfanato —Charles Dickens al rescate—, sino que es el típico joven de la época, una víctima también de la explotación del hombre por el hombre, que se quedó huérfano cuando cerraron la granja colectiva donde creció, y su madre se suicido asfixiada por la deuda con un banco —un poco más de Dickens y de Ken Loach— y que, nadando en las aguas heladas del cálculo egoísta, no puede abrirse paso de manera honesta en la nueva Polonia. Dan ganas hasta de contar el final, pero me informan que no puedo hacerlo. Es muy trágico y me recuerda un pasaje demoledor de la novela de Andrzejewski, Cenizas y diamantes, y claro, también de la película homónima. En resumen, El atraco tiene todo para triunfar, suspenso, velocidad en autos chatarra polacos de la era socialista y personajes complejos, de manual, malos, pero buenos y buenos, pero malos. Los espectadores que dizque nos creemos más listos hasta podemos llegar a una conclusión (que ya sabíamos, por cierto). Que el comunismo es una basura, pero que también lo son el capitalismo y la democracia. Baste decir que es de lo mejor que he visto últimamente. Se trata de un buen producto ahora que todo es mercancía.



