La música y la pintura: un diálogo eterno entre dos artes

El arte, al final del día, nos une, y ese diálogo entre la pintura y la música es una prueba de que la creatividad no tiene límites.

noviembre 30, 2024

Por Arturo Roti

El pasado fin de semana, tuve la oportunidad de asistir al Noreste Art Fair, un evento que reunió lo mejor del talento mexicano en el mundo de las artes plásticas. A decir verdad, fui con la expectativa de ver algunas obras interesantes, pero no imaginé lo mucho que me impactarían. Cada pincelada, cada trazo y cada textura me hicieron reflexionar sobre la profundidad del arte y cómo logra transmitir emociones tan complejas sin necesidad de palabras. Entre los pasillos llenos de colores y expresiones únicas, me encontré recordando un fenómeno fascinante: la conexión que existe entre la pintura y la música, dos mundos que, aunque a simple vista parecen distintos, tienen un diálogo eterno y vibrante. 

Mientras caminaba entre lienzos, esculturas y dibujos, no pude evitar pensar en cómo la pintura ha inspirado a la música a lo largo de la historia, y especialmente en el rock y el metal, géneros donde las emociones intensas y la narrativa visual son esenciales. Recordé aquellas veces que hemos hablado del tema, de cómo una obra puede traspasar su marco físico y transformarse en acordes, en versos y en melodías que nos estremecen el alma. 

Por ejemplo, no puedo evitar pensar en “The Fairy Feller’s Master-Stroke”, una de las canciones más intrincadas y fascinantes de Queen. Inspirada por el cuadro homónimo de Richard Dadd, esta pieza no solo traduce los detalles del lienzo en música, sino que nos transporta al mundo fantástico del artista, un mundo en el que la locura y la creatividad se entrelazan. Es increíble cómo Freddie Mercury logró darle vida sonora a una obra tan cargada de simbolismo y detalle. 

Luego está el caso de King Crimson y su pieza “The Night Watch”, que toma su nombre y su esencia de la famosa pintura de Rembrandt “La ronda de noche”. Este tema no solo rinde homenaje a la obra del maestro holandés, sino que también reflexiona sobre la dedicación y el sacrificio que implica la creación artística. Mientras escucho el tema, siento que estoy frente al cuadro, admirando a los personajes que parecen moverse dentro de esa atmósfera de luces y sombras. 

Y no puedo olvidar “Pictures at an Exhibition” de Emerson, Lake & Palmer, una reinterpretación progresiva de la suite de Mussorgsky, la cual fue originalmente inspirada por una exposición de pinturas de Viktor Hartmann. La banda tomó esas ideas visuales y las transformó en una obra épica del rock progresivo, recordándonos que el arte no tiene límites ni fronteras. Lo mismo sucede con el metal, donde las emociones se intensifican: Goya, Dalí y Bosch han sido referencia para innumerables bandas que encuentran en lo visual una chispa para componer. 

Pictures At an Exhibition (Live) - Album by Emerson, Lake & Palmer | Spotify

Hablando del metal y del impacto visual, es imposible no mencionar el trabajo de Derek Riggs, el artista detrás de las icónicas portadas de Iron Maiden. Riggs creó a Eddie, la macabra y carismática mascota de la banda que ha acompañado a Iron Maiden en todas sus eras y ha marcado un antes y un después en la relación entre la música y las artes gráficas. Portadas como la de “The Number of the Beast”, “Powerslave” o “Somewhere in Time” son verdaderas obras maestras que no solo reflejan el espíritu de cada álbum, sino que han creado un universo visual que amplifica el poder de la música de la banda. En cada pincelada, Riggs logró capturar la energía, la rebeldía y la imaginación que Iron Maiden imprimió en sus canciones. Es como si Eddie nos invitara a entrar en cada álbum, convirtiendo el arte en un puente que une lo sonoro con lo visual. 

Este tipo de colaboraciones entre bandas y artistas gráficos refuerzan la idea de que el rock y el metal no solo son música, son experiencias completas. Derek Riggs, con sus colores vibrantes, sus detalles impresionantes y su capacidad de contar historias a través de una imagen, es prueba de cómo la pintura y el arte gráfico se convierten en una extensión del mensaje musical. 

No podemos pasar por alto que la icónica portada de “Metal Caído del Cielo” de la banda mexicana Luzbel se trata de “El Juicio Final”, una de las impresionantes obras del grabador francés Gustave Doré. La imagen elegida refleja con fuerza el tono apocalíptico y espiritual del álbum, con su ángel caído enfrentando su condena.

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Al pensar en esta conexión entre las artes, me doy cuenta de que ambas comparten el mismo propósito: conmover. Tanto la pintura como la música logran hablarnos en un idioma universal que va directo al alma. ¿Cuántas veces una melodía nos ha hecho imaginar paisajes que parecen sacados de un lienzo? ¿Cuántas veces un cuadro nos ha hecho escuchar música en nuestra mente, aunque sea en silencio? 

Asistir al Noreste Art Fair me recordó que los artistas, sean músicos o pintores, parten de las mismas preguntas: ¿Cómo plasmar lo intangible? ¿Cómo capturar un momento, un sentimiento, una idea, y hacerlo eterno? Las respuestas pueden ser tan variadas como los estilos que vi en la feria o como las canciones que escucho todos los días. Pero lo maravilloso es que el arte, en cualquiera de sus formas, siempre nos invita a reflexionar, a soñar, a sentir. 

Quizá por eso, al ver una obra como “Saturno devorando a su hijo” de Goya, entiendo por qué inspira a bandas como Black Sabbath o Candlemass a crear piezas oscuras y potentes. O por qué cuadros como los de Dalí, con su surrealismo lleno de metáforas y mundos imposibles, pueden resonar tanto en artistas como Pink Floyd, Yes o Dream Theater. Ambas artes están hechas para ser un reflejo del alma humana, de lo hermoso y de lo terrible, de lo sublime y de lo cotidiano. 

La próxima vez que contemples un cuadro o escuches una canción, recuerda que en el fondo están hablando el mismo idioma. Yo, por mi parte, seguiré explorando esta fascinante conexión, porque me parece increíble que un cuadro pueda transformarse en una melodía, y que una melodía pueda hacernos ver colores que nunca habíamos imaginado. 

El arte, al final del día, nos une, y ese diálogo entre la pintura y la música es una prueba de que la creatividad no tiene límites. Al salir de la feria, entendí que estas dos disciplinas son como dos viejos amigos que siempre han caminado juntos, creando un mundo donde lo visual y lo sonoro se encuentran para recordarnos que, en el arte, todo es posible.   

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