Por Cynthia Rodríguez
Desde Take That hasta Better Man y todo lo que está en medio.
Seis de julio del 2000. Un montón de supermodelos de fin de siglo observa seriamente al centro de la pista en una disco sobre ruedas. Hay un interruptor, sólido y negro, que solo cuenta con dos botones metálicos: uno dice “ROBBIE” y el otro “MORE ROBBIE”. Ellas solo pueden pedir una cosa. Y la piden sin piedad.
Robbie emerge de un hoyo en el suelo. Listo para bailar, listo para entretener. Sin ninguna otra meta en su vida más que llamar la atención de las chicas, sobre todo la de una joven DJ que lo ignora desde su cabina. La disco parece más una bodega postapocalíptica. Ideal para sobrevivir un impacto nuclear, fatal para un ser hambriento de aprobación.
Robbie baila con la arrogancia de un casanova desesperado. Ellas piden más. Él obedece. Se queda en calzones. Luego, desnudo. Apenas lo miran, pero con prejuicio. ¿Qué más tiene? ¿Qué más puede ofrecer?
Entonces Robbie se despelleja vivo. Avienta su piel como toalla. Las chicas se lamen los labios. La DJ sonríe levemente. Robbie parece alma condenada de la saga de Hellraiser, pero aquí el infierno son las otras.
Se arranca los músculos, incluyendo el corazón, y los arroja a las chicas mientras ríe con frenesí. Gira y salpica a su audiencia extasiada, quien consume su carne mientras sigue patinando en círculos. Robbie queda literalmente en los huesos. Es un esqueleto dichoso, que se ha desprendido de casi todo su cuerpo y quizás de su alma, pero que finalmente baila con la DJ en la pista.
Una leyenda apacigua a las masas, incluida una niña de 14 años, quien ahora escribe esto, que aún recuerda con fascinación haber visto este espectáculo de gore y pop en la tele:
“NINGÚN ROBBIE FUE LASTIMADO DURANTE LA CREACIÓN DE ESTE VIDEO”
Porque sí. Hay muchos Robbies. Y sí. A pesar de la aclaración, todos ellos han sido lastimados.
El Robbie de la boyband
Robert Williams tenía quince años cuando pasó la audición para Take That. Su actitud desfachatada le aseguró su lugar. El mánager Nigel Martin-Smith no daba un centavo por él. Su chico dorado era Gary Barlow, un niño prodigio del norte de Inglaterra. Los demás eran solo accesorios: Jason Orange y sus movimientos de breakdance, Howard Donald y su cabello “alternativo”, Mark Owen y su sonrisa de hijo del vecino, y Robert y su rebeldía. Mas no había nada rebelde en el nombre de Robert. Nigel lo transformó en Robbie. Le dio una historia de vida. Lo encerró en su propio papel. En su hoyo bajo tierra esperando a salir y entregarse. Pero no demasiado.
Era 1990. Los chicos no podían tener novias, ni coquetear, ni tocar a las chicas. Ni a los chicos. Take That comenzó como un grupo de twinks que visitaban antros gays y usaban ropa sadomasoquista. Pero la fama llegó cuando cambiaron su giro hacia una audiencia más numerosa, dedicada y poderosa: las adolescentes.
Diría que Take That caminó para que One Direction corriera, pero Take That también corrió. Llenaban estadios, encabezaban listas, salían con celebridades. Compartían ciudad con Oasis, la otra gran banda de Manchester. Robbie admiraba a Oasis y aspiraba a ser como ellos, pero lo ridiculizaban por estar en una boyband. Una boyband en la que tampoco lo querían. No pertenecía a ninguna parte.
Las drogas y el alcohol lo ayudaban a disociarse. Desprenderse de su cuerpo. Tal mecanismo de defensa lo llevó a que su miedo al rechazo se hiciera realidad. Para 1995, lo corrieron de Take That por indisciplinado. Robbie se había creído demasiado el personaje del rebelde. Ahora escribiría su propia historia, pero ¿cómo?

El Robbie solista
Era 1997 y Robbie sacó su primer álbum. Life Through a Lens, donde serio y sobrecogido se enfrentaba a la prensa y a los reflectores. Apenas un mes atrás la princesa Diana de Gales había muerto bajo similares destellos. Su carro se había estrellado bajo el Puente de las Almas en París. Sus acosadores no hicieron más que tomar fotos de sus últimos instantes. Fue en esa misma ciudad donde Robbie presentó su álbum. Donde renació a través de la lente.
Alcanzó las listas de popularidad, pero no la coronó hasta seis meses después con su sencillo “Angels”. Fue la primera canción que escribió con Guy Chambers, su coautor y productor de cabecera. “Angels” fue un tema épico y sutil al mismo tiempo. El crítico Dave Fawbert de ShortList lo llamó “genuinamente brillante […] Nada muy exagerado, solo sincero”.
Esa sinceridad y desnudez caracterizó los primeros discos de Robbie, claro que con un esmalte de autoestima performeada. El sentido figurado de lo que vimos después en el video de “Rock DJ”, parte de su tercer álbum Sing When You’re Winning. En su portada, Robbie celebra un gol en una cancha de futbol. Es cargado por otros Robbies, también uniformados como futbolistas. Se echa porras a sí mismo, celebra sus propios triunfos. Cuenta con su propio “ejército de mí”, parafraseando a Björk. Los Robbies que no fueron heridos, pero sí, de los que hemos hablado. Y los Robbies en medio. Y los Robbies al fondo, criticándolo y amenazándolo en cada partido
El Robbie internacional
Entre Life Through a Lens y Sing When You’re Winning, Robbie lanzó I’ve Been Expecting You. Este segundo álbum lo puso en el radar global. Era el fin del milenio, y su tema “Millennium” marcaba el tono con un dejo de nostalgia y el sampleo de “You Only Live Twice” de James Bond. En 1999, el tema también figuró en The Ego Has Landed, compilación pensada para introducirlo al mercado estadounidense. No funcionó allá, pero sí en el resto del continente. Ahí lo conocimos en Latinoamérica.
En la portada, Robbie se cubre la boca con el cuello de su suéter, ojos verdes esquivos. Como un ninja saliendo de su isla. ¿Un pez pequeño en el océano? ¿O un pez grande en expansión?
Era el apogeo de la anglofilia mexicana. El poder suave del Cool Britannia nos abofeteaba con referentes del pop. Algunos tan fenomenales como las Spice Girls, algunos más como caballos oscuros que encontraron más impacto aquí como The Verve, Blur, los ya mentados Oasis, y Robbie. Aquí pegó tanto que grabó “Angels” en español. Después, esa misma versión la grabó Yuridia. Un clásico que se reinventa según las audiencias.
Para el 2005, Robbie ya cantaba en el Estadio Azteca. Lo entrevistó Omar Chaparro en Telehit, el canal donde probablemente vi “Rock DJ” por primera vez. Robbie le dijo a Omar que le gustaba su corte de pelo y se lo iba a copiar. Omar dijo que estaba patentado en México, pero Robbie respondió que compraría los derechos en Inglaterra. Y sí le copió el cabello. Lo había visto mucho antes, cuando conoció a Gary Barlow y se preguntaba quién era ese mamón con cabello de Morrissey. Compartió la anécdota con el mismo cabello ahora. Cabello de Morrissey, de Gary Barlow, de Omar Chaparro. ¿De Robbie Williams? Emular a sus ídolos es algo muy Robbie después de todo.
El Robbie crooner
Tras el éxito internacional de Sing When You’re Winning, Robbie sacó un disco especial de covers de swing y big band: Swing When You’re Winning. Una faceta más adulta, grabado en tan solo dos semanas durante un descanso en su gira. Inspirado en su amor por Frank Sinatra, a quien veía en la televisión junto a su padre Peter, dueño de un pub y expolicía que heredó a su hijo la pasión por el entretenimiento. Y las inseguridades. Grabó con Lenny Kravitz, Nicole Kidman, el mismo Sinatra en grabaciones de su legado. Detrás del crooner con carisma, quien se comparaba con Sean Connery en el sencillo “Kids” del Sing con Kylie Minogue, seguía esa necesidad de aprobación por parte de su padre. Si su padre amaba a Sinatra y él ahora era como Sinatra, entonces su padre lo amaría. ¿Verdad?
El Robbie changuito
Aquí entra Better Man, quizás la biopic musical más subestimada y maravillosa de los últimos tiempos. Aquí desdibujamos la línea entre datos biográficos y autoimagen psicológica, y vemos que todos los Robbies son chimpancés desde el espejo del artista: el niño abandonado en Stoke-on-Trent, el “gordito” del centro del país en un grupo de flacos del norte, el vicioso, el disfrazado, en que canta con Tom Jones, el que ama a su abuela hasta que la pierde, el que busca el afecto de figuras paternas.
El director Michael Gracey opta por una mirada menos literal y más poética. A diferencia de otras biopics con aspectos impecables y guiones onanistas, Better Man explora con honestidad brutal. Basada en años de conversaciones con el propio Robbie, la película lo enfrenta con sus demonios internos. El simio eximio mata su ego en una batalla campal y empieza a salir del hoyo proverbial.
Better Man es creativa y emotiva. Cantas todas las canciones con lágrimas en los ojos, seas o no fan del artista. Acompañas a Robbie en su viaje cósmico, y sus realizaciones te parten la madre. Caes con él por pendejo, te levantas con él por chingón. No tendrás el alcance, el dinero, ni las circunstancias que él tiene, pero las sensaciones son universales: amor, abandono, miedo, alegría, desconexión, perdón, impulso de muerte y ganas de vivir.
Otros Robbies
Quizás lo único en lo que flaquea Better Man es en no mostrar a muchos de los otros Robbies que la persona contiene. Algunos de ellos serán menos dramáticos que lo que hemos visto, pero no dejan de ser entretenidos.
El Robbie alienígena
El fan del fenómeno OVNI y las teorías conspirativas. A mediados de los 2000, Robbie dejó de grabar para clavarse en esta faceta de su vida. El periodista Jon Ronson quería llevarlo a una casa embrujada, pero Robbie se freseó, así que mejor fueron en avión privado a una conferencia paranormal. De por sí desconocido en Estados Unidos, Robbie logró entrar casi de incógnito con su barba y su pancita. Jon reportó que Robbie escuchaba todo lo que los ponentes compartían con compasión y sin dejo de burla. Como Jon mismo ha entrevistado a varios personajes en su carrera como periodista. Como Jon retrata aquí a Robbie: apasionado por descubrir más sobre el mundo y el universo, así como a las personas que lo habitan y experimentan.
El Robbie artista
Hace poco, tuvo una exposición de su obra pictórica en una galería de boutique en Londres. En sus dibujos y esculturas, se burla de sí mismo y de su condición humana. Sabe que sus problemas son primermundistas y a la vez universales. Recuerda mucho a artistas cómicos como su compatriota David Shrigley. ¿El nombre de la expo? Radical Honesty. Honestidad radical. Lo que nos lleva entregando más de la mitad de su vida. Y mientras se encueraba hasta los huesos, mientras interpretaba lo mismo “Jack the Knife” que “Rudebox”, hacía arte todos los días. La galería cuenta que empezó a hacerlo después de su última estancia en un centro de rehabilitación. Ahí fue cuando empezó a abrazar su luz y su oscuridad a la vez. Este viaje artístico en particular pudo haberse presentado casi al final de la cinta, mientras perdona a quienes lastimó.

Los Robbies están sanando
Los demás Robbies también siguen desarrollándose. El Robbie de la boyband volvió a Take That por un tiempo en el 2015. El Robbie solista acaba de sacar un álbum llamado Britpop, celebrando esa amalgama a la que se enfrentó con anhelo y rechazo cuando estaba en Take That. ¿El Robbie crooner? Salió hace poco en un anuncio de comida para gatos. Humilde, mi chiquito. El Robbie internacional sigue viniendo a México. De hecho, aquí le fue muy bien al Robbie changuito en la taquilla. Se repite el efecto de su obra musical. Lo que Estados Unidos ignora, Latinoamérica adora. Al menos somos bastantes quienes consideramos evento canónico el video de “Rock DJ” aquel día de julio hace ya 25 años.