Realidad y pesadilla

Los símbolos que el inconsciente nos manda a través de los sueños y de ciertos actos aparentemente azarosos nos permiten, a través de la psicología, entendernos y entender a la humanidad de manera más desnuda.

agosto 12, 2025

Por Eduardo Ramírez

El espíritu del hombre que sueña queda plenamente satisfecho con lo que sueña. La angustiante incógnita de la posibilidad deja de formularse. Mata, vuela más de prisa, ama cuanto quieras. Y si mueres, ¿acaso no tienes la certeza de despertar entre los muertos? Déjate llevar, los acontecimientos no toleran que los difieras. Careces de nombre. Todo es de una facilidad preciosa.

Primer Manifiesto Surrealista

Un cerdo blanco está en la puerta misma de mi casa.

Si atraviesa el umbral, el mal entrará con él.

16/07/25. Más que dormir, disfruto soñar.

Esa realidad de sensaciones e imágenes fuera del juicio y la razón, me envuelve y fascina.

En una etapa de mi vida me dio por llevar un libro de sueños. No solo para dejar su registro, sino por el reto de escritura que representa.

A medianoche fui despertado abruptamente por mi pareja. Todavía adormilado le reclamé, ¡qué pasa! Estabas respirando muy agitado, como si tuvieras una pesadilla, me dijo. Yo le contesté, Sí, pero era genial.

De aquella noche lejana solo recuerdo un caballo negro que me perseguía y enfrentaba. Aunque la situación soñada era angustiante, era tan vívida y llena de sensaciones fuera de lo cotidiano que la disfrutaba.

Caminaba por una calle vieja de la ciudad. Con muros ciegos, sin ventanas. Sentí un pequeño malestar en mi boca. El colmillo izquierdo de mi maxilar superior se desprendió de mi dentadura. Lo tomé con los dedos y de ser una pequeña pieza brillante y sangrante, se convirtió en un fósil de mamut oscuro que excedía la palma de mi mano.

Este apego a la lógica de los sueños me ha llevado a frecuentar disciplinas, estéticas y lenguajes.

La escritura automática, el ensueño y el automatismo psíquico como método de creación y sus resultados me hicieron fiel espectador del surrealismo. El Primer Manifiesto, Los Campos Magnéticos (con Soupault), Nadja, el Pez Soluble, Los Pasos Perdidos, de Breton, fueron lecturas que me conectaron luego con los objetos e imágenes de Magritte, Buñuel, Duchamp, Cocteau o Ernst.

Alguien había muerto y no queríamos hablar de ello. Gracias a ese silencio, ella transitaba entre nosotros vestida de negro. Su cabello era una hoguera de llamas ondulantes.

Los símbolos que el inconsciente nos manda a través de los sueños y de ciertos actos aparentemente azarosos nos permiten, a través de la psicología, entendernos y entender a la humanidad de manera más desnuda.

He estado en terapia desde dos enfoques distintos. En ambas prácticas, dejar aflorar al inconsciente a través de la palabra (dicha y escuchada) era crucial para entender comportamientos e intenciones dentro de esa estructura subyacente.

A nivel teórico, para entender tanto comportamientos humanos como reacciones sociales, frecuenté a Fromm, Frankl, Bathelheim y, sobre todo, a Jung.

Se le había quebrado la vida por dentro y un armazón de hierro la sostenía. Alrededor de ella se mezclaban la compasión y el repudio a la desgracia que hace que nos alejemos de los cuerpos imperfectos o mutilados.

Estos mismos símbolos del inconsciente se manifiestan en la cultura tradicional sea en los cuentos de hadas, las mitologías, las religiones y en su iconografía.

Ese lenguaje ancestral nos da un fondo de sentido atemporal. Por eso me interesa entenderlos a través de Eliade, Cassirer, Fraser, y luego en su transformación hacia la cultura popular a través de las Mitologías de Barthes o las Máscaras de la ficción de Gubern solo por dar algunos ejemplos.

Anoche subiste lentamente la escalera de caracol que conduce hasta mi casa. Subiste solo para dejarme tres gotas de sangre que olvidaste como se olvida un pañuelo.

La importancia del azar y la yuxtaposición de sentidos para romper la superficie de la realidad y hacer salir contenidos profundos queda presente en la cita de Lautréamont en que se basan los surrealistas: “El encuentro casual entre una máquina de coser y un paraguas sobre una mesa de disección”.

Esa (i)lógica del azar es también a la que muchas veces abandono mis decisiones vitales. Ser o hacer ciertas cosas no porque me convengan aparentemente; sino porque salta una chispa de sentido en el azar de ponerse suficientemente cerca.

A la fecha, a mi edad, sigo privilegiando la asociación libre de ideas, más que la prístina lógica racional, para tomar (o que me tomen) muchas de mis decisiones y afectos sin nunca sentirme defraudado ni defraudar.

Por primera vez en mi vida, anoche sentí miedo de morir. Soñé que, con mi aliento, incendiaba una biblioteca.

Últimamente me inquietan otras cosas. La manera en que se enarbola este discurso para capitalizar cierta vulnerabilidad emotiva que todos padecemos.

¿La capitalización de la emotividad se ha convertido en discurso de tendencia que nos lleva a un buenismo superficial?

Desde el couching, el budismo entre las clases privilegiadas de sociedades occidentales y todo el discurso de autoayuda basado en el “perseguir tus sueños” y en la “programación positiva”. Libros que reproducen frases estimulantes, talleres y pseudoterapias “alternativas” que, en vez de enfrentarnos al “conflicto” emotivo personal para resolverlo y hacernos responsables de él; solo lo adormecen con discursos evasivos que no des(a)nudan nada y solo afirman la conducta individual haciendo sentir que “el infierno son los otros”.   

Ya ni hablar de cómo las industrias culturales (del branding a los contenidos de las plataformas) capitalizan esta “disrupción onírica”.

Pasó sus yemas sobre mis párpados e hizo que mis ojos vieran todo lo que se esconde detrás de cada cosa. Un mar de imágenes inquietantes delinea su sombra.

La digitalización de la imagen desde los efectos especiales digitales hasta la IA en la industria cultural audiovisual, crea imágenes sorprendentes como los sueños. Nos fascina en películas por su espectacularidad. Tal vez lo único que las distingue de los sueños es que éstos nos enfrentan a una verdad inquietante, mientras que los otros solo son mentira, espectáculo que busca provocar un efecto de sensorialidad superficial.

¿El uso de los símbolos y la imaginación creativa, en vez de la subversión y la crítica liberadora de cualquier lógica y juicio, solo promueve y afirma la lógica del capital?

Tal vez por eso yo prefiero la pesadilla a la realidad.

A través de la pesadilla, entiendo mejor los desarreglos a los que la realidad me enfrenta.

Eduardo Ramírez es editor, autor, maestro y asesor de proyectos. Escribe porque no aprendió a andar en bici y ve la televisión tratando de entender al ser humano y no aburrirse. Editó velocidadcrítica de 2000 a 2007. Publicó los libros El Triunfo de la cultura y El Cuauhtémoc de Troya. Ha escrito columnas y capítulos de libros en México y España. Lo han corrido de todas las universidades de Monterrey.

Foto: Natã Romualdo | Pexels.

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